13 brujas | Cuentos breves #13

Publicado por Aran en

Otra vez he tenido problemas de inspiración para este decimotercer cuento breve. Quería que el número 13 estuviera presente y ya, no sabía sobre lo que iba a escribir ni como iba a terminar hasta que me puse frente a la hoja en blanco.

Espero que me comentes que te ha parecido.

¡Muchas gracias por leerme!

Cuentos breves: 13 brujas
Photo by Gaelle Marcel on Unsplash
13 brujas

El sobre era de un papel grueso y olía a rosas. No tenía remitente. Su nombre estaba escrito en una letra dorada, elegante y anticuada. Lo abrió con inquietud, podría ser una broma. No sería la primera vez. 

El papel de dentro era del mismo material que el sobre y, escrito en esa misma caligrafía, había una fecha, una hora y una dirección. 

No había firma, ni remitente, ni nada que que sugiriera de quien podría proceder. 

La citaban esa misma noche en la vieja caserona abandonada conocida por todo el mundo en el pueblo. 

Pensó que podría ser una fiesta, llevaría su vestido más elegante. Ese que le mando hacer su madre para fin de año. Esperaba que le valiera, habían pasado ya unos meses. 

Aquella noche sus padres habían sido invitados a una velada especial en casa de la marquesa y aunque estaba el ama de llaves, siempre se iba temprano a dormir y no se despertaría ni aunque un ejército estuviese llamando a la puerta. 

Después de cenar se metió en la cama vestida, con aquel vestido color verde pálido, con flores bordadas. Faltaba media hora para media noche cuando salió por la ventana, procurando no romper el vestido, cogió la bicicleta y se encaminó hasta la la mansión abandonada. 

Su corazón latía a gran velocidad mientras se dirigía al lugar del encuentro. Una parte de ella sentía que era emocionante, una aventura como la de los libros que leía; pero por otra parte tenía miedo.

Al ver la casona a lo lejos se paró. Estaba totalmente a oscuras. Le recordó a la boca del lobo del cuento, con una oscuridad profunda y pegajosa. Por un momento pensó en volver a casa, meterse en la cama y olvidarse de todo. Pero tenía curiosidad. Quería saber ¿Y si realmente había una fiesta elegante y se la iba a perder por miedica? 

Se bajó de la bicicleta y la dejó entre unos arbustos, miró a su alrededor. Desde ahí se escuchaban los sonidos lejanos de la fiesta de la marquesa. 

La puerta de la mansión estaba abierta. Entró con cuidado, todo estaba oscuro y en silencio. Como en una tumba. 

Una sombra pasó por detrás y ella se asustó. Escuchó un ruido a su espalda y antes de poder salir huyendo alguien le puso un trapo en la boca. Olía muy mal y se empezó a marear. 

Cuando abrió los ojos estaba tumbada en el suelo, rodeada de velas, con unas figuras alrededor. Apenas podía ver nada más allá pero sabía que seguía en la casa abandonada. 

— Bienvenida querida —. Le dijo una voz femenina. Le era familiar pero no era capaz de distinguir de quién se trataba.

Ella se incorporó y miró a su alrededor, las figuras oscuras seguían quietas como estatuas en la oscuridad. 

— Tu destino está en tus manos —. Añadió otra voz, también de mujer. 

— ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis de mí? —. Logró articular. La boca le sabía a hierro. 

Le dolía la cabeza y tenía miedo. Se había manchado el vestido. Quería vomitar. 

— Pues somos…—. dijo otra voz familiar. 

— ¡Calla!¡No tiene que saberlo todo ahora! 

— Ya lo averiguará…O no. 

— Nosotras te hemos invitado, pero tú has venido por voluntad propia —. Dijo la primera voz. 

— La invitación elegante siempre funciona —. Dijo otra voz —. Caen como moscas. 

— Queremos hacerte una proposición.

— Una de las nuestras se ha ido. Así que necesitamos sangre fresca.

Tembló sentada en el suelo, mirando a su alrededor, pensando como huir de aquel lugar y arrepintiéndose de no haber seguido su intuición desde el primer momento. Imaginando que la chica que se había ido en realidad no había tenido opción o incluso podría estar…

— Cierto. Has pasado de ser la sangre de nuestro ritual a nuestra nueva compañera. Si quieres, claro. Tú eliges. 

La primera que había hablado, que estaba justo enfrente sacó un cuchillo. La hoja relució a la luz de las velas. Ella estaba confusa. Tenía la mente nublada. 

— ¿Qué opciones tengo? 

Las chicas rieron. 

— Muy sencillo querida. O te unes a nosotras o… te matamos. No podemos dejarte ir. Podrías delatarnos. Y queremos mantener nuestra hermandad en secreto.

— Haremos que parezca un accidente. Se nos da muy bien. 

— Os juro que no sé quienes sois. Y tampoco diré nada de esta noche si me dejáis marchar. Por favor. Lo juro de verdad —. Respondió a toda prisa. 

— No eres tan tonta. Si no, no te hubiéramos escogido. 

— Piénsatelo bien. 

— Sabemos que es una elección difícil. 

— No te vamos a presionar —. Dijo riendo la chica del cuchillo. 

Las chicas se fueron acercando a ella, a la luz de las velas. Todas iban vestidas de negro, con un velo tapándoles el rostro. Ella tenía miedo. Quería gritar aunque sabía que nadie la oiría. No en la vieja casona del final de la calle. 

Todas comenzaron a reír otra vez, mientras la chica en el centro de la habitación temblaba de miedo. Se acercaban cada vez más, como sombras acechantes y preguntaron a una sola voz:  

— ¿Qué decides? 

Fin


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