Halloween apesta #2 | Cuentos por entregas
La segunda parte de mi cuento por entregas especial para Halloween «Halloween apesta», con personajes de la novela «Odio a Todo el Mundo: Diario de una Perdedora».
Para leer la primera parte aquí.
Espero que te guste y que me comentes que te ha parecido.
¡Muchas gracias por leerme!

Halloween apesta
Miro a mi alrededor, ni siquiera la presencia de Bateman me tranquiliza, aunque al menos ya he dejado de temblar. En las películas de terror, la protagonista superviviente, la última chica, siempre parece tan relajada al final, ya ha terminado su pesadilla a pesar de que todos sus amigos están muertos. Y han sido asesinados de maneras horribles.
Mientras tomo un sorbo de mi café, no puedo evitar preguntarme cómo la última chica de esas películas encuentra consuelo después de una experiencia tan traumática. ¿Se recuperará realmente alguna vez de los horrores que presenció? El inquietante silencio de la cafetería sólo amplifica estos pensamientos, haciéndome preguntarme si la verdadera paz y el cierre serán alguna vez alcanzables para alguien que ha soportado un terror tan inimaginable. No se por que estoy tan filosófica esta noche. Realmente parezco una última chica. Y eso que nadie a muerto. Todavía.
—¿Cómo estás? —me pregunta Bateman mientras se come su hamburguesa doble.
—Mejor, aunque no dejo de pensar en lo que podría haber pasado. Podríamos estar muertos ¿te das cuenta?
Nunca había tenido tantas ganas de vivir como ahora. Y de comerme un sándwich vegano.
—Pues menos mal que seguimos aquí. Los dos.
Me coge la mano y yo, por una vez en la vida, no la retiro. No es que ahora vayamos a ser algo mas que amigos, si es que somos amigos, claro. Pero me alegra que esté ahí conmigo en un sitio conocido, haciendo cosas normales.
Los demás aparecen poco después, Karina, Pluma Blanca, Friki y el Colgao. Todos nos abrazan y nos preguntan que ha pasado, así que se lo contamos como podemos. Parece que estamos narrando el comienzo de una película de terror.
—¡Yo me hubiera cagado encima! —admite Pluma.
Y yo no digo que casi lo hago. Jamás lo admitiría públicamente. Mis tripas se soltaron mientras el hombre nos seguía con su escopeta, menos mal que no llegó a nada más. Me hubiera dado mucha vergüenza haberme cagado en los pantalones. Aunque, pensándolo bien, en una situación de vida o muerte eso es lo de menos.
Yo siempre me imagino a la gente cagando cuando me intimidan, les hace mas humanos.
—¿Y creéis que tiene a alguien encerrado en el sótano? —pregunta el colgao con su característica forma de hablar de fumeta.
—Si, y se lo hemos dicho a la policía, —responde.
—Una mujer, —añade Bateman, —había comprado compresas.
—Igual son para él, para problemas de pérdida de orina, —añade el colgao.
—Hay específicas para hombres ¿por qué no compra de esas? —digo.
—No sé, igual le da vergüenza o no sabe que existen, no se publicitan mucho.
Me parece una conversación de lo mas surrealista.
—Si la poli ha mirado y no le han detenido, es que no habrán encontrado nada extraño, —dice Karina, que no ha pedido nada para comer todavía. Solo se está bebiendo un zumo.
—Esto es como una peli de terror en donde los protagonistas son los que tienen que investigar y hallar pruebas contra el asesino —dice Friki.
—Esto no es ninguna película, esto es la puta vida real, —respondo yo.
—Pero no estaría demás que supierais las reglas para sobrevivir en una peli de miedo.
—Ya me las sé.
—¡Yo no! —dicen Pluma y Karina a la vez.
—Pues da igual por que no funcionarían en la vida real.
—Vamos, no seas agua fiestas. Ya sabemos que la vida real y la ficción son cosas diferentes, —me dice Pluma Blanca, —somos conscientes de la rarita con mala leche no acaba con el tío bueno en la vida real.
Friki se ríe y el colgao parece muy confuso. Yo aprovecho para darle una patada a Plumita por debajo de la mesa. Él pega un grito y luego se ríe.
Bateman me mira y yo decido ignorarle.
—Así que es como si estuviéramos en una película, —comenta Karina.
—Si, y hay un asesino conocido como El Lobo dispuesto a salirse con la suya y seguir matando adolescentes —dice Friki con voz de tráiler de película. Ya sabéis a que voz me refiero.
Nos quedamos en silencio mientras en la radio suena “In dreams” de Roy Orbison.
—Empecemos con las reglas—. Friki se aclara la garganta y comienza: —Regla número uno: nunca separarse. Siempre es una mala idea en las películas de terror.
El colgao asiente con la cabeza y finalmente se da cuenta de la conversación.
—Y la regla número dos—, agrego, —tenéis que estar siempre atentos al entorno. Nunca se sabe cuándo el asesino podría estar acechando en la oscuridad.
Afuera podemos ver como ya van encendiendo las farolas. La noche cae sobre Desesperación (bueno, el pueblo no se llama así, pero así es como lo llamo en mi cabeza) mientras los protagonistas buscan consuelo en sus amigos. Aunque todavía no ha muerto nadie. Por que esto no es una puñetera película de terror. Puesto que en ese caso, otra persona sería la protagonista, y no yo.
Tengo personalidad de personaje secundario rarito que muere a los diez minutos de metraje en un callejón poco iluminado después de hacer la estúpida pregunta “¿Quién anda ahí?”. Esa soy yo. O una que aparece en la cafetería, detrás de los protagonistas, y luego en una tienda. Y que no tiene ni una frase. Ya sabes, alguien sin importancia.
Solo soy el extra en el fondo, mezclándome con el paisaje y agregando un toque de realismo a la historia. No tengo ningún impacto significativo en la trama ni ninguna conexión profunda con los personajes principales. Simplemente estoy ahí para llenar los vacíos y hacer que todo parezca más auténtico.
—Siguiente y muy importante: No tengáis sexo.
Nos quedamos todos callados.
—Fácil, —dice Pluma Blanca, —siguiente.
Cuando Friki va a continuar, Pluma le interrumpe:
—O no ¿Eva?
Yo le miro, intentado no mirar a Bateman, que está sentado a su lado.
—No sé de que cojones me hablas.
Me señala a Bateman con la cabeza, pero no es muy disimulado. Y el otro se da cuenta. Me mira y luego baja la cabeza como avergonzado. Dios.
—¿Podemos seguir por favor Friki? —digo ignorándoles a ambos.
—Vale, ya que conocemos las primera normas, la siguiente es no beber alcohol ni consumir drogas.
—Yo ya estoy muerto, —dice el colgao todo serio.
En la radio suena “Heaven” de Talking Heads y a mi me apetece estar sola en mi dormitorio escuchando música. No tengo ganas de nada mas.
El comentario del fumeta rompe la tensión en la sala, provocando que todos se rían. La letra de la canción resuena en mí, recordándome tiempos más simples y una sensación de consuelo. Donde nadie me preocupaba. Nada me importaba.
—Bien, primera víctima.
—Friki, esto no es un juego, —añade Bateman irritado.
—Todavía no ha muerto nadie de verdad —le dice Pluma Blanca y le pone la mano en el codo. El otro ni se inmuta. Creo que Pluma está convencido de que tiene alguna posibilidad.
Friki les ignora y sigue con las normas.
—Nunca digas “Ahora vuelvo”.
Karina se levanta y dice: “Ahora vuelvo” con una risita y se va a pedir algo de comer.
—¿Para qué queréis saber las normas? ¿para saltároslas y morir? —pregunta Friki, que se está tomando una pinta de cerveza.
—Tu también vas a morir —le digo.
Todos me miran como si yo fuera algún tipo de psicópata.
—Todos vamos a morir en algún momento, es ley de vida, —me defiendo de sus miradas inquisitivas.
Pluma me mira con una mezcla de sorpresa y diversión.
—Bueno, ¿no eres un rayo de sol que nos alumbra con su sabiduría y dulzura?—, comenta sarcásticamente.
Friki se ríe y toma otro sorbo de su cerveza antes de responder:
—Yo prefiero morir rompiendo las reglas que vivir una vida aburrida.
Se cree un filósofo.
—No me gusta esta conversación —admite Bateman.
Su cara muestra irritación y yo sonrío. No se por que me gusta verle así. Fuera de su elemento hablando de muerte.
Karina aparece con un bocadillo de mil cosas.
—¿Me he perdido algo importante?
—No, —le respondo.
—Bien, siguiente norma: …
—¿No era esa la última? —interrumpe Karina con la boca llena de comida.
—No. Una muy importante es que no des por hecho de que el asesino está muerto. Da igual que le dispares, le tires desde un octavo piso, le apuñales, le prendas fuego…hay que rematarlo siempre.
—Eso es para los vampiros, —añade Karina.
Friki niega con la cabeza y sigue con sus absurdas normas.
—¿Pero qué pasa con los hombres lobo?— Interviene de nuevo Karina, con los ojos azules muy abiertos por la curiosidad. Friki levanta una ceja, claramente divertido por su pregunta.
—Ah, los hombres lobo—, se ríe, —son una historia completamente diferente.
Se inclina más cerca, ansiosa por escuchar su explicación.
—Los hombres lobo son más complicados,— comienza Friki, bajando la voz, —porque tienen la capacidad de regenerarse. Así que, incluso si crees que has matado a uno, siempre es mejor asegurarte de que esté completamente incapacitado. Muerto bien muerto.
—Esto no tiene nada que ver con criaturas que solo existen en la ficción. Los psicópatas son reales. Están aquí viviendo entre nosotros, como personas normales que hacen cosas normales y llevan vidas normales —puntúo, pero todos me ignoran.
—Otra cosa importante, es que, el asesino nunca es el mas obvio. Siempre es alguien en quien confías, tu rollo, tu amor platónico, tu mejor amigo…así que todos somos sospechosos aquí.
—Nadie a muerto. —dice Bateman.
—Todavía, —añade el colgao de manera misteriosa.
—No me importaría que tu me clavaras tu daga, —le dice Pluma Blanca a Bateman.
Los demás nos quedamos en silencio. Yo se que Pluma lo estaba pensando y lo ha dicho en alto sin pensar.
Me mira con cara de pánico, así que decido añadir algo.
—Tu serías el asesino en este relato, eres el menos obvio, el menos sospechoso, el mas amigable.
—Gracias Eva.
Parece convencido.
—¿A quién matarías primero? —pregunta Friki.
—No sé, puede que a Sasha.
—Ella no está aquí, no cuenta.
—Que aburrido eres Friki. Claro que cuenta.
—¡No! ¿por qué matarías a Sasha? —pregunta Karina.
—No sé, es la que peor me cae. Empezaría por ahí.
Entonces empiezan a discutir, por que nunca me lo habías dicho, creía que era tu amiga y bla bla bla. Solo oigo dos voces estridentes gritando una por encima de la otra, como suelen discutir. Karina está roja de la rabia, pero se que se le pasará en cuanto se de cuenta de que no se ha terminado el bocadillo, y Pluma siempre se termina olvidando de las discusiones como si no hubiera pasado nada. Son tal para cual.
Cuando salimos Friki tiene que coger el autobús para ir a la gasolinera, puesto que su coche se ha estropeado.
—¡Ten cuidado con los psicópatas asesinos con máscara! —se despide Pluma Blanca.
Después mi amigo se ofrece a llevarme a casa.
—No, gracias, iré andando.
—¡¿Cómo?! No, yo te llevo, —se ofrece Bateman.
—No gracias. Mi casa no está tan lejos de aquí.
—Es de noche, está oscuro. No vas a ir sola por ahí de noche.
—Tu no me vas a decir como puedo o no puedo ir por la calle.
—¡Vale! Nosotros mejor nos vamos, ya os las arreglaréis solitos, —dice Pluma Blanca y luego me da dos besos.
El colgao y Karina se despiden y se van en el coche de Pluma Blanca.
—Nos vemos mañana, —dice ella.
—Paz y amor amigos —añade el colgao.
—Hasta mañana —repetimos Bateman y yo, aunque me está empezando a irritar su actitud de caballero de brillante armadura.
—Entiendo que te preocupes, pero he hecho ese trayecto miles de veces. Se tarda quince minutos. No es para tanto.
—En quince minutos pueden ocurrir muchas cosas, —me dice con su voz de macho protector.
—No te importó dejarme sola en plena noche la primera vez que nos vimos ¿lo recuerdas?
—Me acuerdo, y no debería haberlo hecho, estuve preocupado por ti toda la noche.
—Seguro que si, —No se por que pero no me lo creo.
—¿Qué importa que te lleve? Solo serán cinco minutos. Y me quedaré mas tranquilo.
Sin decir nada me dirijo hacia la acera de camino a mi casa. Quiero estar sola y estoy harta de este cretino con aires de superioridad. Son las nueve de la noche.
Pero mientras camino hacia casa noto que un coche me está siguiendo, uno de esos cuatro por cuatro enormes que lleva la gente acomplejada de ciudad. Lo veo por el rabillo del ojo, es el único coche de la carretera. Y va muy lento. A mi altura.
Cojo el teléfono, mis manos están temblando y casi se me cae, me paro un momento, lo mas alejada de la carretera y cuando alzo la vista le veo. Me saluda desde el asiento del conductor con su mejor sonrisa. Maldito Bateman.
—¿Qué coño estás haciendo? ¡casi me da un infarto!
—Si no quieres que te lleve, por que eres una cabezota, entonces me aseguraré de que llegues a casa sana y salva.
—¿Siempre tienes que salirte con la tuya o qué?
—Algo así.
Así que continua siguiéndome con su coche todo el camino, pero no hablamos.
Ha puesto éxitos de los ochenta y se que me mira, aunque yo procuro no mirarle ni de reojo. Voy lo mas rápido que puedo sin que se note que estoy intentando caminar rápido.
Llegamos a mi barrio en lo que parece una eternidad, veo a unos vecinos sacando al perro, me saludan y yo levanto la mano como si fuera una persona normal. Me paro a su altura. Me da vergüenza tenerle ahí.
—Ya está, ya puedes marcharte.
—No hasta que no entres en casa.
—Ya te has hecho el héroe otra vez, puedes parar ya.
—¡¿Qué?! No me estoy haciendo el héroe.
—Claro, se que nunca admitirías algo así.
Suspira y niega con la cabeza. Se que le saco de quicio y aún así, ahí sigue. No le entiendo.
Mis vecinos han decorado sus jardines para Halloween, veo esqueletos, brujas y lápidas en las entradas, algunas calabazas luminosas y demás. Lo mismo de todos los años.
Camino hasta el jardín de mi casa. La noto diferente. Como si no fuera donde duermo y tengo todas mis cosas. No es mi hogar, nunca lo ha sido de verdad. La mayoría de las veces me siento como la criatura del doctor Frankenstein, repudiada por sus creadores.
Cuando llego a la puerta me doy la vuelta, Bateman sigue ahí, esperando a que entre y cierre la puerta. Le levanto el dedo y el me saluda con la mano.
Entro en casa y huele a canela y vainilla, creo que mi madre está haciendo galletas en la cocina, será para la venta de alguna casa, la jornada de puertas abiertas o algo así. No me interesa.
—Hija ¿eres tú? —escucho desde la cocina cuando estoy subiendo las escaleras.
—No, soy un asesino en serie.
Mi madre sale de la cocina con un trapo en la mano y veo por la puerta a la chica de la limpieza. Es la que hace las galletas.
—No es gracioso.
—Lo sé.
—¿Qué has estado haciendo todo el día?
—En el trabajo, y sabes.
Espero que nadie le haya contado lo que ha pasado. No quiero que lo sepa.
—Cuanto trabajas hija mía, para ese sueldo tan miserable que no te llega ni para vivir debajo de un puente.
No respondo, solo quiero que me deje en paz ¿es mucho pedir? Se que soy una persona adulta y que vivo en su casa, así que tengo que aguantarme. Y lo hago, y mucho. Aunque si tuviera otra salida ¿no creéis que ya me habría largado? Y ahora no me vengas con que siempre hay otra salida, y sermones de mierda por el estilo.
Su cara parece sonriente, pero es por los liftings y el botox, así que no me lo tomo como algo personal. Aunque siempre es algo personal.
Al llegar a mi dormitorio enciendo la tele y hago zapping hasta que veo que en un canal están dando “Halloween” y me empiezo a imaginar como sería mi vida si fuera una verdadera película de terror.
Me imagino como la última chica, corriendo por pasillos oscuros, tratando desesperadamente de escapar de las garras de un mal invisible. La idea me trae una extraña sensación de consuelo, como si los horrores en la pantalla pudieran de alguna manera ser paralelos al tormento que siento en mi propia vida. Pero entonces la realidad vuelve a aparecer y me recuerda que mis luchas están lejos de ser ficticias. Estoy siendo muy dramática.
Mientras veo a Michael Myers apuñalar varias veces a alguien que pasaba por ahí sigo pensando como sería mi propia película de terror, que papel harían mis amigos y mis padres. Quien sería el asesino de la máscara. Si yo sobreviviría o rompería las reglas y acabaría muerta en alguna cuneta, después de huir del asesino y ganarme mi supervivencia.
O puede que, en un giro de los acontecimientos, yo misma sea la asesina de la máscara. Y luego solo tengo que hacerme la víctima. Eso nunca lo había pensado.
Me despierto y no se ni que día ni que hora es, la televisión sigue encendida, están dando “American Psycho” y me parece una señal. No se de que, puede que tenga que ver conmigo misma o con Bateman. Afuera está empezando a amanecer, veo las nubes de tonos rosados asomar por mi ventana.
La luz de la televisión hace que la estancia tenga un ambiente siniestro, mientras veo a Patrick Bateman perseguir a una chica con una motosierra.
En mi cabeza veo a nuestro Bateman, con su sonrisa de modelo de Tommy. La similitudes son innegables. Y muy siniestras.
Las nubes de fuera parecen cada vez mas oscuras a pesar de que el sol sigue alzándose sobre Desesperación. Siento una especie de peso sobre mi pecho. No me pasaba desde hace años.
Continuará…
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