Halloween apesta #1 | Cuentos por entregas
«Halloween Apesta» es una historia que he escrito para Halloween con los personajes de mi primera novela, «Odio a Todo el Mundo: Diario de Una Perdedora«. Y, obviamente, transcurre en Halloween. Consta de tres partes.
Esta es la primera.
Espero que te guste y que me comentes que te ha parecido.
¡Muchas gracias por leerme!

Halloween apesta
Estoy en la caja atendiendo a los clientes, es aburrido así que me fijo en lo que compran y los juzgo desde mi posición privilegiada. Pronto será Halloween, así que la gente está comprando mas comida basura y priva que nunca. Las bolsas de patatas, las chocolatinas o las bolsas de golosinas para darles a los chavales que va a tu casa con el famoso “Truco o trato” y los licores fuertes —para beber y luego llorar a solas, seguro— son lo mas vendido esta temporada. Esta gente que ha venido hoy tiene pinta de estar mas sola que la una— los licores fuertes están desapareciendo de las estanterías como el papel higiénico durante la pandemia. Seguro que después de Halloween hay alguna muerte prematura. Sonrío.
Hemos decorado el supermercado con esqueletos, telas de araña, calabazas y demás mierdas de plástico para que los clientes no se olviden de en que fecha estamos. Todo perfectamente colocado para vender mas y mas, cosas que no necesitamos, y que queremos solo por que están ahí bien puestas —o bien, hay un cartel de “¡Nuevo!”— y tienes que pasar por ahí si o si para pillar lo básico. He aprendido mucho sobre como funcionan los supermercados. Y, por ende, la mente humana.
En la cafetería sirven café de calabaza con canela o algo así, y a mi me dan arcadas solo de pensar en probarlo.
Al menos alguien ha elegido buena música y después de “Demons” de Doja Cat suena “Helter Skelter” de Mötley Crue. Así se me hace el día mas fácil y no como con la mierda que suelen poner el resto del año. Tiemblo solo de pensar que pronto empezarán con los malditos villancicos del demonio.
De repente, me doy la vuelta y me veo sola en el supermercado, el cielo se ve de un color azul cerúleo con un degradado en azul oscuro y la luna empieza a brillar como un ojo vigilante.
—¿Hola? —digo paseando por uno de los pasillos vacíos, rodeada de detergentes que te prometen limpiar hasta tus pecados.
Las luces del techo comienzan a parpadear, una brisa fría se ha colado entre las estanterías, parece que alguien ha abierto los congeladores y tirito.
—¡¿Dónde está todo el mundo?! —grito, deseando, por una vez, que haya mas gente conmigo.
Sigo caminando entre cajas de cereales o comida para mascotas, buscando a alguien. No pueden haber desaparecido todos en un milisegundo, tienen que estar escondidos, me quieren gastar una broma del mal gusto y la rabia empieza a asomar.
Pero no es ninguna broma y estoy realmente sola, aunque oigo una voz que me llama desde algún lugar. Me dirijo hasta la puerta, temblando, esperando encontrarme a un asesino con máscara esperándome en la salida. Y le veo, en uno de los pasillos, un hombre con una máscara blanca sonriente y un cuchillo enorme cubierto de sangre. Las tripas se me están soltando y lo último que quiero hacer es ser asesinada mientras me cago encima. Y por un maldito psicópata con una máscara horrible. Cuando voy a abrir la puerta me choco con alguien. Es Bateman. Grito, me mira como si estuviera loca y yo miro a mi alrededor, para comprobar, primero, que es de día y después, que hay gente en el supermercado, y que me están mirando como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Estás bien? —me pregunta mi compañero.
—Si, si, solo quería respirar aire fresco, —digo, y luego pienso que el aire de afuera no es tan fresco, ya que estamos al lado de una gasolinera. Algún día explotará todo por los aires. Lo estoy viendo.
No se lo que ha pasado. Creo que ha debido de ser una ensoñación.
Después de cinco minutos fuera intentando olvidar lo que acaba de ocurrir, me vuelvo a mi puesto de trabajo.
Cuando la caja se vacía, el jefe me pide que acompañe a Bateman a llevar un pedido.
—Es en una casa alejada de aquí, así que es mejor que vayáis dos, —me dice.
Yo tengo que aceptar si o si, pero ¿qué se cree? ¿que soy una ninja disfrazada de persona normal? ¿qué tengo una fuerza sobrehumana? Si pasara algo chungo yo saldría corriendo dejando todo atrás y me daría un ataque al corazón por el camino.
Y los titulares del periódico local serían algo así “Mujer joven muere de infarto tras huir de un chihuahua”. Triste pero cierto.
La verdad es que no quiero acompañar a Bateman, pero no tengo ninguna excusa creíble, no puedo decir que tengo la regla, por que ya me libré de algo la semana pasada. Y en ese caso era cierto. Y me encontraba mal de verdad. Si nunca has tenido la regla, por favor, no opines ni hagas ningún comentario “gracioso”. Y si la has tenido y crees que exagero, tampoco.
El caso es que Bateman parece muy contento de verme cuando le veo subiendo cajas a la camioneta de reparto.
—¿Eres mi compañera de reparto?
—¿Ahora también haces los repartos? Vales para todo.
Él me sonríe.
—Si, Pedro está de baja, y hasta que no vuelva, me toca hacerlo a mi.
Le miro sin sonreír.
—No es para tanto, estaremos los dos juntos. Será divertido, como una aventura. Y después podemos ir a tomar algo, si quieres.
Asiento sin decir nada. Me incomoda su entusiasmo. Es como un niño feliz que nunca encuentra el lado malo de nada. Y yo soy todo lo contrario.
Pero no le conozco mucho, lo cierto es que nunca llegamos a conocer a nadie del todo. Vemos la parte externa del iceberg, el resto está en las inalcanzables profundidades de su ser. Y eso está bien. Todos tenemos derecho a que nuestros sueños, fantasías y secretos estén guardados bajo llave. A que haya cosas que nadie sepa nunca sobre nosotros. Ni siquiera nuestro terapeuta.
Así que me subo a la camioneta después de despedirme de mis amigos Pluma Blanca y Karina —que están mas emocionados que yo y que dicen que le encantaría estar en mi lugar. Solo puedo reír ante sus muestras de celos— y espero a que Bateman haga lo mismo. Se ha ido a hablar un momento con el jefe.
Cuando sube, parece todavía mas bronceado y luminoso y tiene el pelo en su sitio, no tan enmarañado como antes ¿se ha ido a maquillar y peinar en lugar de hablar con nuestro jefe? Y huele bien. Se ha puesto mas perfume ¿se cree que esto es una cita o algo así?
—¿Estás bien? ¿necesitas algo? —me pregunta.
—Es tan solo un viaje de una hora, no me hace falta nada.
—Nunca se sabe.
—¿A que te refieres?
—Nada, solo cosas que podrían ocurrir…
—¿Cómo qué?
Arranca el coche y empieza a sonar una canción Phil Collins.
—No lo sé, en una hora pueden ocurrir muchas cosas. Estoy hablando hipotéticamente. No digo que vaya a pasar nada. Solo que podría. Sale todos los días en las noticias.
—¿Has visto alguna película de terror últimamente?
Me mira con una expresión de asombro con su cara perfectamente esculpida por los dioses.
—No veo pelis de terror. No son lo mío.
—Entonces ¿por qué estás tan paranoico?
—No lo sé, supongo que soy así. Siempre pensando en lo que podría ocurrir.
—¿Y qué te gustaría que ocurriera hoy? —me arrepiento nada mas preguntar. No quiero saber la respuesta.
Estamos en un semáforo en rojo y me mira, si estuviera conduciendo y lo hiciera le diría que mirara a la puñetera carretera. No aguanto cuando lo hacen en las películas, mirar todo el rato al copiloto o hacia atrás mientras conducen. Es tan absurdo. Deseas que se choquen contra una farola.
En la radio suena “Enjoy the silence” de Depeche Mode. Y quiero disfrutar del silencio mas que nada ahora mismo.
—¿Qué…?—me empieza a preguntar cuando suenan unos pitidos a nuestra espalda. El semáforo está de nuevo en verde.
Se que no me va a responder, así que miro por la ventanilla y veo la calle principal del pueblo, con sus tiendas de ropa, antigüedades y la cafetería estilo años cincuenta a la que vamos siempre. Pero lo noto diferente, no sé, hay algo extraño en el ambiente. Aunque puede ser que yo si que estoy paranoica y veo demasiadas pelis de miedo.
A medida que avanzamos por la calle, no puedo deshacerme de la sensación de inquietud. La ciudad, antes bulliciosa, parece inquietantemente silenciosa, con sólo unas pocas personas caminando apresuradamente. Es como si algo hubiera proyectado una sombra sobre este lugar familiar, haciéndome preguntar si mi imaginación me está jugando una mala pasada o si hay algo más siniestro en juego.
—¿No notas nada raro? ¿en el ambiente? —le pregunto, sabiendo que no tiene ni idea de lo que estoy hablando.
—¿A qué te refieres?
—No sé, no sé explicarlo. Es una sensación rara. Nunca lo había sentido.
Le miro, esperando que me entienda, pero su expresión confusa me dice que no comprende del todo la inquietud que se ha instalado en mí. Decido guardarme mis pensamientos, no quiero cargarle con mis propias aprensiones.
—Debes creer que estoy loca.
—No, claro que no.
Es un caballero.
Salimos a un carretera rodeada de bosque. El cielo está azul y claro, aunque eso no significa que no se acerque una tormenta.
Suena “Look what you make me do” de Taylor Swift y sé que es mi teléfono. Cuando lo saco de mi mochila veo el careto de Pluma Blanca en la pantalla ¿En qué momento me ha cambiado la melodía? ¿cómo se hace eso? No tengo ni la menor idea.
—¿Qué pasa? —le pregunto con mi tono de fastidio. Siempre respondo así al teléfono.
—¿Qué tal vas con nuestro amor platónico?
—No sé de quien estás hablando.
—Vamos, no te hagas la despistada. Estabas deseando quedarte a solas con él.
—¿Querias algo?
—Quiero saber como vais. Si estás siendo mala con él.
—¿Has llamado solo para cotillear?
—Me preocupa tu seguridad, —luego se ríe, — mas bien la suya. Devuélvenoslo sano y salvo, de una pieza.
—Haré lo que pueda.
Nos despedimos y cuelgo, le digo a Bateman quien era aunque no me haya preguntado. Sé que está interesado.
Conducimos en silencio un rato, pero no por mucho tiempo, ya que Bateman no soporta estar solo con sus pensamientos, al menos es la sensación que me da.
—¿Qué vas a hacer el sábado que viene?
—Nada.
No le voy a mentir, sabe como soy. Al menos la parte que muestro al mundo. Ya no me da miedo mostrarla.
—Es Halloween.
—¿Y?
—Estaba pensando en hacer una fiesta de disfraces en mi casa.
—Bien por ti.
—Te lo digo para que vengas. Te estoy invitando.
—Vale, pero no me gusta disfrazarme y no me gustan las fiestas.
—Entonces podríamos hacer algo los dos solos. Si quieres.
—¿Algo como qué?
Estoy realmente intrigada. Espero que no esté pensando en cortarme en trocitos. Tampoco quiero que cambie sus planes por mi, no puedo prometer nada.
—No, deberías hacer la fiesta, —digo antes de que responda.
—Si la hago, me gustaría que vinieras. Y eso no quita para que podamos hacer algo los dos…
—Claro, cuando se te ocurra el que.
—Bueno, hay muchas cosas que dos personas pueden hacer.
Me estoy empezando a aburrir de la conversación. Le encanta irse por las ramas.
—Ir al cine, a comer algo, un paseo por el lago…
¿Está pensando en matarme? Es lo que parece.
Le miro y mi expresión le hace reír.
—¿Qué? Son cosas que hacen las personas normales. No te estoy pidiendo que me ayudes a enterrar un cadáver en el bosque.
—Eso sería mucho mas emocionante.
—¿Quieres que matemos a alguien? —pregunta con la cara seria.
—Claro, estaba esperando a que me lo preguntaras ¿a quién te gustaría cargarte? ¿al jefe? ¿una ex? Yo te ayudo.
Su cara es un poema, se lo ha creído.
—Esto…no hablaba en serio. Estás bromeando ¿verdad?
—Joder, eres un pelmazo, —y luego me río, —claro que estaba bromeando, cretino.
—Por un momento creí que…lo siento, soy un imbécil.
—Si que lo eres ¿quién coño te crees que soy? ¿una jodida psicópata asesina?
—Eres muy buena actriz.
—Gracias ¿dónde está mi Óscar?
El ambiente está un poco tenso. Veo los árboles pasar a través de la ventanilla, y me imagino los cuerpos que estarán enterrados en la fría tierra del bosque. En un lugar donde costará años encontrarlos, ya comidos por pequeños animales y por los gusanos…
—Contigo nunca se que vas a contestar, no eres como las demás…
—Joder no sigas con esa mierda misógina de que no soy como las demás chicas. Puede que no sea como las chicas que tu conoces y con las que sales, pero no soy especial ni la única chica que es así.
Estoy hablando demasiado ¿he vuelto a ser poseída? ¿cómo sabes si estás poseída, por cierto? ¿hay algún tipo de test o algo que pueda hacer? Me estoy empezando a preocupar.
—Tienes razón, pero es que nunca había conocido a nadie como tu.
—Se supone que íbamos al mismo instituto ¿no? Allí nos conoceríamos aunque no me acuerde de ti.
—Yo si me acuerdo de ti, me dabas miedo.
Le miro esperando la risa de después de la broma.
—Me parecías guay, aunque no me hubiera acercado a ti en un millón de años.
—¿Y ahora por qué si? Sigo siendo la misma pirada.
—He visto algo en ti…
¡Mierda! Otra vez no, por favor, Señor que estás en el cielo haz que se calle de una vez.
—¡Ya hemos llegado!— Le interrumpo.
En realidad no tengo ni idea, pero esa casucha es la única en varios kilómetros así que debe ser nuestro destino. Estoy deseando entregarle la compra a ese ermitaño y largarme de aquí.
Bateman comprueba sus datos y aparca cerca de la valla. Es un lugar un tanto siniestro, como te imaginas donde vive un asesino en serie. Es una casa tipo cabaña muy vieja, el patio está descuidado, cubierto de hierbajos y cosas inservibles, al menos a primera vista. Como una rueda de camión o el chasis de un coche viejo y oxidado.
—Este lugar me da escalofríos, —admite Bateman antes de bajar a recoger la compra. —Hagámoslo rápido y larguémonos de aquí.
—Buena idea.
El hombre ha salido de su cueva, debe de tener unos sesenta años, delgado, con barba y pelo blanco largo.
—Buenas tardes, señor…—dice Bateman, —Le hemos traído su pedido del Super Plus.
Me da la sensación de que va a sacar un rifle y dispararnos como a cervatillos en temporada de caza. Tiene ese tipo de expresión en la cara. Y está masticando tabaco. No dice nada, solo nos mira. Me da mucho asco.
Cojo un par de bolsas mientras Bateman lleva una de las cajas con cervezas. En mi camino hacia la puerta de la cocina, una de las bolsas se rompe y veo como un par de cajas de compresas se caen al suelo junto con unas toallitas y champú. El hombre no dice nada pero se que me juzga con la mirada desde su posición, o a lo mejor, es simplemente su cara natural de ajo. Lo recojo todo con rapidez y dejo las cosas en la mesa de la cocina.
El lugar está sorprendentemente limpio. Bateman ha vuelto a por la otra caja y yo a por las bolsas.
—¿Te has fijado? —me susurra mientras estamos sacando las cosas de la camioneta. Yo asiento.
La puerta del sótano está cerrada con un candado. Y luego está lo de las compresas, creo que ese tío vive solo, aunque igual tiene una hija o una novia que va a ir a quedarse unos días o a vivir con él, quien sabe.
Dejamos las cosas en la mesa de la cocina, hay mucho alcohol y comida basura, seguro que se sienta en el porche con su cerveza y sus patatas fritas, y su rifle y espera a que venga algún caminante perdido a pegarle un tiro.
Cuando salimos nos despedimos del hombre con la mano y entonces escuchamos un grito que viene de la casa. Nos miramos horrorizados. El vello de mis brazos se ha erizado y estoy empezando a sudar como un pollo en el horno. Y ni siquiera hace calor.
El hombre ha vuelto a entrar mientras nosotros nos subimos a la camioneta como almas que lleva el diablo. El teléfono no tiene cobertura y no me sorprende, estamos en medio de la nada. No hay vecinos, no hay nada a varios kilómetros a la redonda. Estamos solos con un loco.
El hombre ha salido con su rifle mientras Bateman intenta arrancar el puñetero cacharro.
Escuchamos un tiro. Me imagino que nosotros somos sus objetivos y no que acaba de ver un lobo.
Estoy metida en el coche con Bateman y creo que no vamos a salir con vida de ahí.
—¡Joder! —grito y entonces Bateman consigue arrancar y salimos de allí pitando.
Veo al hombre desde el espejo retrovisor gritando detrás de la camioneta. Está diciéndonos algo aunque no puedo entenderle. Ya estamos demasiado lejos. Aunque, mi corazón todavía parece que se me va a salir del pecho.
Llamo a la policía en cuanto vuelve la cobertura. Estoy temblando y no me salen las palabras. La persona al otro lado me dice que no me preocupe, que un agente se personará allí ahora mismo.
En comisaría nos comentan que no había nada sospechoso en la propiedad y que el hombre ha disparado a un lobo, no a nosotros y que nos pide disculpas por asustarnos de esa forma.
Aliviados pero aún conmocionados, agradecemos al oficial su respuesta y explicación. Aunque no me la creo demasiado. En la comisaría no puedo evitar sentir una sensación persistente de inquietud al saber lo cerca que estuvimos de una situación peligrosa.
Aunque si queremos presentar cargos, podemos hacerlo ahí mismo. Decidimos dejarlo tal y como está.
Al salir al anochecer llamo a Pluma Blanca y le digo que avise a los demás, ya que Bateman y yo nos vamos a nuestra cafeteria favorita a tomar algo.
Cuando llegamos pedimos algo de comer y nos sentamos a una mesa algo apartada, hoy el lugar está tranquilo y no hay mucha gente.
Continuará…
0 comentarios