Sueños patrocinados | Cuentos breves #19 | Aran Maza

Publicado por Aran en

Semana 19, cuento breve 19. En este caso es un cuento que transcurre en el mismo universo que los de ‘La cita’ y ‘Oasis’

Cuando escribo ciencia ficción me doy cuenta de que mis mayores inspiraciones son las series ‘Futurama’ y ‘Black Mirror’ y la trilogía de MaddAddam de Margaret Atwood.

¿Te gustan las historias de ciencia ficción? ¿Cuáles son tus favoritas?

¡Muchas gracias por leerme!

Sueños patrocinados

Había conseguido las pastillas en el mercado negro, ya que necesitabas un permiso especial del médico para tomarlas y él no las había podido conseguir. Su médico era muy serio. Sabía que otros genebebés las tomaban de manera legal y ninguno de ellos había querido siquiera venderle una. Se llamaba La droga de los sueños. Eran lo mejor para relajar cuerpo y mente y esperaba que las suyas hicieran efecto. Miró el envase, era el mismo que había visto en los anuncios y en las farmacias pero eso no significaba nada, los camellos eran muy listos.

Cogió el teletransportador para llegar cuanto antes a casa. El sudor le corría por la despejada frente mientras esperaba en la cola a que le tocara el turno. Se metió en aquel tubo transparente y apuntó las coordenadas de su casa y después colocó la huella de su pulgar para la autorización. Era el procedimiento habitual, tenías que tener un permiso especial para ir a algunos lugares, tu casa era uno de ellos. Los sitios públicos, los restaurantes, tiendas y similares eran las excepciones.

Se tocó el bolsillo con el bote de pastillas antes de salir disparado a su destino. Notó el plástico, sintió el tintineo de las diminutas esferas de color rosa transparente. Había pagado mucho por ellas.

Ya en casa se sentó en la cama con ellas en la mano, las contó, había doce. Sería suficiente. O eso esperaba. Las observó a la luz del neón de la pared, eran como planetas en miniatura.

Pequeños planetas llenos de posibilidades.

Miró hacia la ventana y vio pasar los coches voladores a toda velocidad. Se sentía muy solo, le parecía que la soledad era como una enorme roca gris que le seguía a todas partes. Una pesada roca muy difícil de llevar pero imposible deshacerse de ella. Era su roca y tendría que vivir con ella para siempre o deshacerse de su peso.

Solo había una manera de hacerlo.

Se metió las pastillas en la boca y se las tragó. Sintió un sabor amargo en la garganta y esperó a que llegara la ansiada oscuridad. Pero antes tendría que ver algún anuncio, y eso es lo que más ansiaba. Verla una última vez antes de que su vida se apagara para siempre.

Se tumbó, cerró los ojos y dejó que la química hiciera su trabajo. Se quedaría dormido profundamente para no despertar.

Ante sus ojos apareció un hada de color rosa y turquesa, revoloteaba a su alrededor dejando una estela de polvo de hada por donde pasaba. Vendía unos chicles para adelgazar. Solo necesitabas comer uno al día para sentirte satisfecho. El hada de los chicles.

Después apareció en un desierto con el cielo cubierto de globos de colores y un hombre que te vendía un servicio de organización de eventos. Te preparaban la boda, el funeral, el cumpleaños o una fiesta de empresa, lo que fuera, donde fuera, incluso en otro planeta, tu no tenías que preocuparte por nada.

Se estaba empezando a desesperar, no quería nada de eso, no le interesaba, solo quería verla a ella y que todo acabara de una vez.

Todas las luces se apagaron y a lo lejos vio tres puertas de diferentes colores iluminando la oscuridad. Nunca había soñado algo así, debía de ser un anuncio nuevo.

Los sueños patrocinados habían sido implantados hacía tres décadas y se habían convertido en algo habitual. A veces eran sueños personalizados, otras hacían lo mismo para todos. Muchos de esos sueños eran como películas en donde tu eras el protagonista, las marcas te hacían descuentos o regalos por dejarles entrar en tu mente.

Había habido mucha polémica al respecto, dejar a otras personas entrar en tu mente no estaba bien visto todavía. Ya no había intimidad para las personas, ni límite para las empresas, que podían recopilar datos y utilizarlos para crear nuevos productos o para venderlos a terceros.

A él no le importaba nada de eso, se había apuntado al programa cuando era un adolescente y todos su compañeros de instituto comentaban lo alucinantes y realistas que habían sido sus sueños. Quería experimentarlos por sí mismo. Y no se había arrepentido.

Miró las puertas, las tocó. Parecía todo tan real. Era real.

Ella también era real. Tenía que serlo. Tenía que ser de carne y hueso, o plástico y cristal, daba igual.

Apareció por detrás, mientras él caminaba delante de las puertas, confuso. Él sonrió, sus ojos brillaban en la oscuridad.

— ¿Qué has hecho? —. Le preguntó con su voz metálica. Tenía esa forma de hablar clara y directa, que te decía todo lo que no querías oír.

— ¿Cómo?

— ¿Qué es lo que has hecho?

Eso no formaba parte del anuncio. Tendría que darle la mano y guiarle a través de alguna de las puertas, o eso suponía él. Todavía no tenía claro de que era el anuncio cuando la había visto ya cientos de veces. Era ella por lo que se dormía cada noche y la razón por la que no quería despertar. Aunque solo la veía durante unos segundos cada vez. 

— Solo quería verte una última vez.

— Has hecho una locura. No hay nada al otro lado de las puertas. Y no vas a despertar. Si no pasas al otro lado te quedarás aquí para toda la eternidad ¿Era eso lo que querías?

— ¿Estarás tú aquí conmigo?

— No voy a irme a ninguna parte.

— Entonces todo lo demás me da igual.

Se dieron la mano y se perdieron en la oscuridad.

Fin

 

Sueños patrocinados: Cuentos breves #19

Photo by Paweł Czerwiński on Unsplash


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