Moneda de plata | Cuentos breves #15

Publicado por Aran en

Décimo quinta semana del año y por lo tanto, toca décimo quinto cuento breve. Esta vez quería escribir una historia en donde la luna llena tuviera un protagonismo especial.

En esta ocasión me ha costado ponerme a escribir por que no estaba inspirada y he tenido que reescribir varias veces esta breve historia hasta que me he quedado más o menos contenta. Lo he terminado cinco minutos antes de publicar esta entrada, así que perdonadme si hay algún error, pero no quería dejar una semana sin cuento. Y no todos tendrán ni la misma calidad, ni longitud, ni interés pero voy a procurar seguir publicando un cuento breve a la semana.

Espero que te guste.

¡Muchas gracias por leerme!

Cuentos breves #15: Moneda de Plata
Photo by Spencer Arquimedes on Unsplash
Moneda de plata

Se despertó desnuda, en medio del descampado donde se estaba realizando la feria, a las afueras del pueblo. Se miró las manos, estaban cubiertas de sangre, después miró a su alrededor, cuerpos despedazados yacían a su lado, en todas partes. Gritó y unos cuervos salieron volando de un árbol cercano. Gritó a pesar de haber vivido lo mismo anteriormente.

Habían llegado al lugar hacía dos noches, siguiendo una nueva ruta. Las calles embarradas y las caras grises con ojos curiosos eran como las de cualquier otra aldea. Al verla pasar con las manos y pies atados los aldeanos se quedaban parados y algunos incluso se atrevían a mirarla a los ojos. Algunos murmuraban cosas que ella no podía oír, pero sí que podía leer en sus labios. Sentían miedo y tenían curiosidad. 

A lo largo de su vida había recibido toda clase de calificativos, incluido hija de Satanás, por parte de un obispo. No sabía quienes habían sido sus progenitores pero estaba segura de que el demonio no era su padre. Se rió al escucharlo. Reía cada vez que escuchaba aquellos insultos. 

La noche anterior la luna se había alzado como la Gran Moneda de Plata, antes de la oscuridad había visto su luz entre las nubes y había deseado que no hubiera luna llena. No aquella noche.

A pesar de estar encerrada en aquella jaula recubierta de plata tenía el presentimiento de que algo no iba bien. 

Miró a los aldeanos y les gritó que se marcharan, se lo rogó y lloró mientras ellos reían y la señalaban. 

— ¡Calla demonio! —. Vociferó una mujer. Y los demás bramaron. 

Ya era demasiado tarde, lo estaba sintiendo, estaba llegando. Su espalda se arqueó en una postura antinatural, el dolor fue tan intenso que su grito se escuchó más allá del bosque. La mandíbula dobló su tamaño y le siguió un rugido que hizo temblar la tierra. El camisón se desgarró mientras sus extremidades iban convirtiéndose en garras de animal y todo su cuerpo se cubría de pelo. 

Escuchó al maestro de ceremonias tranquilizar a los asistentes, un niño lloraba a lo lejos y un hombre se desmayó. Fue lo único que recordaba cuando se levantó en medio de aquella carnicería. 

Ella aulló a la luz de la luna. 

Después todo se quedó en silencio.

Se levantó y, llorando, observó todo lo que había provocado. El maestro de ceremonias y dueño de la feria estaba tendido al lado de la jaula, y parecía que todavía le quedaba un aliento de vida. Se acercó a él. 

Le susurró algo que ella al principio no entendió por lo que colocó su oreja sobre sus labios. 

— Demonio, vuelve al infierno de donde saliste —. Y le escupió sangre a su cara ya ensangrentada. 

Ella pidió perdón y se alejó de allí corriendo. Deseando que la encontraran, deseando no volver a transformarse en aquella bestia del inframundo. Sin embargo, también quería saber porque, quién era y sus orígenes, si había más como ella. Necesitaba saber antes de rendirse para siempre.

No tenía mucho tiempo, pero al menos la luna le daría algo de tregua. 

Fin


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