Cuentos breves #5 | El hombre del sombrero
Nueva cita con los cuentos breves, en este caso el número 5. Aunque el mes de Enero se me ha hecho eterno ¿Y a quién no?
En esta ocasión tiré 5 dados del narrador de Tiger y me salieron estos: autobús, lápiz, sombrero, nube con lluvia y bicicleta. Y lo he titulado ‘El hombre del sombrero’.
A veces me resulta complicado añadir estos elementos a la historia y que sean importantes (porque tienen que serlo) y procuro hacerlo en el orden en que me han salido. La semana que viene usaré los seis dados y luego ya veré si continúo o busco otra ‘fuentes’ de inspiración para crear los cuentos.
Espero que me digas que te parece el cuento y cuál ha sido tu favorito hasta ahora o puedes proponerme alguna fuente de inspiración o temática para los siguientes.
¡Muchas gracias por leerme!
El hombre del sombrero
Se subió al autobús y al otro lado de la parada volvió a verle. Ahí estaba el hombre del sombrero otra vez. La primera vez le había visto hacía cuatro días, estaba sentado en un banco del parque cuando él se dirigía a la parada del autobús, la segunda vez estaba apoyado en un árbol, fumando, cuando él pasó con el autobús del colegio, al día siguiente le había divisado a lo lejos, parado en medio de la calle. Y ahora volvía a estar ahí.
¿A quién estaba vigilando? ¿Era a él? ¿Qué importancia tendría para él un chaval de quince años que va de casa al instituto y del instituto a casa?
Se había fijado porque tenía un aspecto muy pasado de moda, con la gabardina y el sombrero, parecía uno de esos detectives de película antigua, de esas que le gustaba ver con su madre los viernes por la noche.
Después del segundo día llevaba en la mano siempre un lápiz muy afilado. Si necesitaba defenderse de ese hombre, un lápiz podía ser un buen arma disuasoria y además no llamaba la atención del tutor que iba con ellos en el autobús.
Al día siguiente le volvió a ver y le entraron escalofríos, algo no iba bien. Cogió el lápiz con más fuerza, lo tenía muy mordisqueado por el otro extremo de los nervios.
Se sentó al lado de su tutor ese día, quería advertirle.
— Ese hombre de allí —. Dijo señalando disimuladamente con la cabeza mientras pasaban al lado del parque. — El del sombrero. Es muy sospechoso.
— ¿A qué te refieres hijo? —. Ni siquiera le había mirado.
— Lleva observándonos desde hace casi una semana.
— Será el padre de alguno de los alumnos que coge el autobús. No te preocupes hijo mío. Aquí dentro no puede hacernos nada.
No se le fue de la cabeza en todo el día. Aquel hombre era peligroso. Y no sabía porque le tenía tanto miedo. Puede ser por la cantidad de películas de miedo que veía, o por las noticias, siempre desaparecía alguien misteriosamente y nunca se le volvía a ver.
Quizá solo estaba paranoico.
Le comentó sus sospechas a su madre y ésta le dijo que la próxima vez le sacara una foto con el teléfono y la llevara a la policía ¿Cómo no se le había ocurrido antes?
Al día siguiente se levantó tarde, aquella noche apenas había podido dormir. No dejaba de pensar en aquel hombre. Aunque en su mente solo era una gabardina y un sombrero puesto que no le había llegado a ver bien la cara en ningún momento.
Miró el reloj, ya había perdido el autobús.
— ¡Mierda!
Justo el día que llovía. Una tormenta había empezado a descargar su furia. Para llegar antes decidió coger la bicicleta, aunque llegara empapado a clase, al menos no haría pellas.
Llevaba el lápiz bien afilado en el bolsillo, se sentía más seguro sintiéndolo ahí.
Pasó pedaleando a toda velocidad por la parada, y el parque, pero la lluvia lo cubría todo como una manta y no pudo avistar al hombre del sombrero.
Al llegar al instituto recibió la noticia. El autobús había tenido un accidente y no había supervivientes, mordió el lápiz hasta romperlo en dos. Quería gritar y romper algo. Estaba furioso consigo mismo por haber sido tan estúpido. Había sido el hombre del sombrero, estaba seguro.
¿Quién era ese hombre? ¿Por qué él era el único que lo había visto? ¿Por qué se había salvado del accidente? ¿Había sido un aviso?
Cuando llegó a casa se pasó la tarde viendo las noticias, pasando de un canal a otro. El hombre del sombrero tenía que ser el culpable de aquel accidente. Su madre le dijo que llamara a la policía y le contara sus sospechas y así lo hizo al día siguiente, sin embargo, la policía le dijo que había sido un terrible accidente y que no había ningún hombre misterioso involucrado.
Aquel accidente le persiguió durante años. Tenía pesadillas, veía al autobús volcar y al hombre del sombrero reír con una risa demoníaca. A veces estaba en su dormitorio y sentía que estaba allí con él, que se acercaba y que al mirarle de cerca a la cara veía que en lugar de ojos solo tenía dos agujeros negros que te robaban el alma. Se despertaba sudando y gritando, y su madre venía a ver que es lo que le pasaba y se quedaba con él en la cama hasta que se tranquilizaba. Volvió a mojar la cama, iba en bicicleta al instituto, procuraba no pasar nunca por el parque por si volvía a estar ahí, dormía con el lápiz afilado al lado de la cama. Y volvió a sentirse como un niño pequeño y asustado otra vez.
Pero no volvió a ver al hombre del sombrero en persona, solo en sus pesadillas. Le atormentaba. De hecho cada vez que veía a un hombre con ese sombrero pasado de moda se le paraba el corazón.
Hasta que un día le volvió a ver en una estación de tren. Llevaba la misma gabardina y el mismo fedora viejo y desgastado, como los detectives de las películas antiguas. Y era el hombre del sombrero que recordaba. El hombre del sombrero de sus pesadillas.
Fin
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