Cuentos breves #1 | Motel

Publicado por Aran en

Año nuevo, nuevos propósitos y una nueva sección en el blog. Se llamará ‘Cuentos breves’ y trataré de publicar uno cada semana. E irán desde de microcuentos hasta cuentos de una sola página, no como los Cuentos por entregas, que son más largos y dan para un par de entradas. 
Los Reyes Magos me trajeron el juego de dados de narrador de Tiger. Son una serie de dados con dibujos con los que tienes que crear una historia, hay seis dados pero yo voy a empezar con uno e iré subiendo. 

En esta sección publicaré pequeños cuentos inspirados por las imágenes de los dados, o frases o imágenes. Ya iré comentando cada vez en que me he inspirado en esa ocasión puesto que me parece un ejercicio muy bueno para entrenar o potenciar la creatividad.

En esta ocasión usé solo un dado y salió una nube con lluvia, así que una tormenta. Voy a usar la tormenta (no solo usar la palabra) y simplemente me puse a escribir.

Esto fue lo que salió.

Espero que me comentes que te ha parecido.

¡Muchas gracias por leerme!

Cuentos breves

Photo by John Middelkoop on Unsplash

Motel

La noche era oscura como la boca del lobo y la tormenta no ayudaba a ver por donde iba. Los rayos deslumbraban la solitaria carretera hasta que a unos pocos kilómetros vio las luces que anunciaban un motel, suspiró aliviada. El coche parecía que estaba empezando a fallar y necesitaba un descanso después de tantas horas de viaje. Además, el GPS se había vuelto loco y no reconocía ni la carretera ni el motel ni nada de lo que había alrededor. 

En la radio estaban dando la noticia de que el asesino que se hacía llamar ‘Norman’, aunque creían que no era su verdadero nombre, había enviado otra carta a la policía “Creíamos que era un perturbado que quería hacer una broma de mal gusto, ha declarado la policía, pero en esta carta da más detalles no desvelados a la prensa sobre los dos cadáveres encontrados, el hombre ahogado en su coche y la mujer apuñalada, cuyos cadáveres fueron encontrados en el lago hace una semana. Las autoridades recomiendan precaución y no…”

Cambió de emisora a una de música country, estaba lejos de donde habían ocurrido los hechos y no le preocupaba. La canción iba perfecta para su humor en esos momentos.

Las luces con el nombre del motel estaban apagadas pero no las que anunciaba que les quedaban habitaciones libres.

Era un lugar solitario, alejado de la carretera principal y solo había un par de coches en el pequeño aparcamiento. Lo dejó cerca de la recepción, y salió corriendo hacía allí mientras encima de su cabeza sonaban los truenos.

En la recepción no había nadie. Se dio cuenta de que no tenían ordenador y que el teléfono era una antigualla. En la pared había un cartel de una feria del verano del 52. Afuera la tormenta sonaba cada vez más cerca, si eso era posible. Pulsó el timbre que estaba al lado de un montón de folletos de lugares para visitar, les echó un vistazo y también se fijó en que parecían sacados de los años 50, con esas ilustraciones de familias de cuatro miembros, el padre, la madre, el hijo y la hija, felices, sonriendo ante las maravillosa cascada o pasándolo genial en un picnic.

Pensó que sería un motel temático, que los dormitorios serían un viaje al pasado y esperaba encontrar un poco de paz en aquel extraño lugar.

A los pocos segundos apareció un chico de pelo negro, muy bien afeitado, con una radiante sonrisa en la cara y un jersey verde oscuro. Le recordó a alguien, puede que algún actor de Hollywood de los de antes, con ese aire inocente y pícaro.

— Buenas noches, siento haberla hecho esperar, no pensé que tendríamos algún huésped esta noche ¿Desea una habitación para esta noche?

— Sí, gracias. Solo para esta noche— respondió encantada por los modales de ese joven. Hacía mucho que la saludaban al entrar en algún local, y menos una disculpa.

— ¿Adónde se dirige? Si no es indiscreción.

— Voy a una conferencia en la ciudad. Trabajo.

El chico le hizo firmar en el libro de huéspedes, se fijó en que la última persona había dejado su firma hacía un par de meses, después el recepcionista cogió una de las llaves que colgaban de la pared. Llevaban un llavero verde muy sencillo y sin ningún nombre en él. Parecía que ella era la única huésped. 

— Le daré la número 1. Es la que está mas cerca de la oficina. Por si acaso.

Pagó en metálico y le pareció extrañamente barato. Miró hacia su derecha y en la puerta entornado de la oficina vio un pájaro disecado colgado de la pared.

— ¿Es un motel temático?. — Preguntó ella cuando el chico abrió la puerta para salir hacía las habitaciones. Estaba más oscuro de lo que recordaba.

— ¿Temático? ¿A qué se refiere? — El recepcionista parecía confundido, pero su sonrisa era muy dulce e inofensiva.

— Sí, de los años 50. Parece sacado de los 50.

— Ah, es por eso. Es un motel muy antiguo y hemos decidido conservarlo tal como estaba. Con los folletos incluidos. Se han conservado muy bien.

— ¿Es suyo?

— Si, mío y de mi madre.

Sus palabras le hicieron sentir un escalofrío. Algo iba mal en aquel lugar, pero el chico era tan amable y ese era el único motel de la zona, o al menos eso creía.

La tormenta estaba encima de sus cabezas, así que al menos tenía un lugar donde guarecerse durante la noche y descansar. Su estómago rugió, estaba hambrienta.

— Le traeré algo de comer. — Se ofreció el recepcionista mientras había la puerta de la habitación.

— Muchísimas gracias, llevo horas sin probar bocado.

— Mi madre hace unos guisos excelentes, seguro que puedo traerle lo que sobre para cenar o ¿Preferiría tomar otra cosa?

— Lo que sea está bien.

El dormitorio era amplio, con una cama de matrimonio con sábanas blancas y una colcha, lámparas de los años 50 y lo mejor de todo es que estaba limpio, olía a limpio y eso le hizo sentir un poco como en casa. Había cuadros de flores secas colgados de la pared y un gran espejo encima de la cómoda. 

— Qué habitación tan bonita ¿La ha decorado usted?

— Mi madre es la que se encarga de esas cosas. Yo me encargo de los trabajos de mantenimiento y de los huéspedes, como usted.

— Dígale que tiene un gusto excelente.

— Se lo diré, es usted muy amable.

El joven se dispuso a dejar la habitación para que su huésped se instalara.

— Le traeré algo enseguida.

Cuando él iba a cerrar la puerta a ella se le ocurrió preguntarle algo. Algo sin la menor importancia. 

— Disculpe ¿Me puede decir su nombre?

Él sonrió ampliamente, y aquella sonrisa le pareció perversa y terrible. Sobre todo fue su mirada al decir su nombre, esa mirada que la atravesó como un cuchillo.

— Norman. Mi nombre es Norman.

Fin 

Categorías: Cuentos breves

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