Con amor,Andy | Cuentos breves #6
Para ‘celebrar’ San Valentín, he escrito otro cuento breve con los dados del narrador de Tiger. Utilicé los seis que vienen en la caja y me salieron: helado, corazón, chica sonriente, abeto, maletín y flor.
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Me hubiera gustado que me hubiera salido la carta porque ya tenía este cuento pensado pero, a pesar de ello, decidí escribirlo y añadir los elementos aunque aparecieran de forma secundaria o anecdótica y no fueran relevantes para la historia. No es una historia de amor tradicional, o más bien, no es una historia de amor.
Cuéntame que te ha parecido y tanto si celebras o no esta ‘festividad’ te deseo un feliz día y ¡Gracias por leerme!
Con amor, Andy
Cuando llegó a casa, después del duro día de trabajo en la oficina, no se lo podía creer. Ahí estaba, en el suelo, con el resto de la correspondencia, que no eran más que catálogos de moda y facturas. Su carta brillaba como una joya entre basura.
Cogió el sobre con algo de miedo y excitación. Llevaba esperándola meses y ya se había dado por vencida. Sabía que había contestado a otras mujeres, a algunas varias veces y eso que ella le había escrito cinco cartas. Aquella misiva era para ella, para nadie más. La había contestado. Sabía que existía. Conocía su nombre, lo había escrito con su elegante letra en el sobre de color crema.
Su corazón se aceleró. Su sueño se había hecho realidad. Al fin.
La olió y aquella fragancia de papel viejo y rancio la transportó su imaginación al verano, se veía con él de la mano comiéndose un helado de nata en el puerto, o paseando por el parque entre los abetos. Él la esperaría a la salida del trabajo en el bufete de abogados con su maletín de cuero desgastado y le regalaría un ramo de flores por su aniversario.
Se besarían a la luz de la luna y hablarían durante horas sobre el futuro. Ella le haría su cena favorita, pollo a la naranja y pudín de frutas.
Lo había leído todo sobre él, conocía los detalles de su vida como si fuera la suya propia. Había visto aquellos vibrantes ojos azules en televisión y la habían hablado. Y ahora él había respondido a sus cartas.
Abrió el sobre con cuidado de cirujano, saboreando cada momento, sonriendo nerviosa. Unos pétalos secos de rosa cayeron al suelo. Tenían un tono rojo oscuro y en algunas zonas estaban negros.
Antes de leerla la colocó un momento sobre su corazón. Sus latidos se habían acelerado, era como si él estuviera en la habitación con ella. Fue a sentarse a su viejo sofá, esperando leer la más bonita carta de amor jamás escrita sabiendo, además, que él había escrito cada palabra pensando en ella. Solo en ella.
En la próxima carta le enviaría una foto.
‘Querida Harriet, me alegró leer tus dulces palabras de consuelo y saber que eres una ferviente defensora de mi causa. Tener a alguien como tú en mis filas sería un logro muy importante para mí. Soy consciente de que estás deseando unirte a mí y al maravilloso grupo que he formado en perfecta comunión y armonía. Podrías empezar haciendo una donación a mi causa para que mi estancia en este terrible y oscuro lugar sea lo más cómoda posible dadas las circunstancias. He sido objeto de una atroz injusticia como ya sabes, pero no debes enfadarte o estar triste por ello ya que el fin se acerca y tú estarás entre las elegidas, a mi lado, para el resto de la eternidad. Tus esfuerzos y sacrificios serán recompensados en esta vida o en la otra. Con amor, Andy’
El corazón se le aceleró todavía más, era emocionante, estaba eufórica, nunca había sido más feliz en toda su vida. Quería gritar, saltar, correr, salir a la calle y hacerle saber a todo el mundo el mensaje de aquella carta de amor. Quería que las demás mujeres sintieran envidia de ella por una vez, que vieran lo que había logrado. La llevaría a la oficina al día siguiente para que sus compañeras la vieran. Estaba deseando ver sus caras de celos.
Se imaginaba a sí misma vestida de novia, con el vestido que llevó su madre, a las puertas de la iglesia. Y Andy esperando, tan guapo y elegante, con una radiante sonrisa de felicidad, con sus ojos azules mirándola solo a ella. La única mujer de la tierra, a la única que amaría y cuidaría para toda la eternidad.
Se levantó bruscamente y empezó a sentir un dolor en el brazo y el costado. Se asustó. Los ojos se le nublaron y perdió la consciencia.
Estrujó la preciada carta con todas sus fuerzas antes de caer en el abismo.
La tenía sujeta con una fuerza sobrehumana cuando encontraron su cadáver tres días más tarde. Al menos las últimas palabras que había leído de aquel asesino psicópata convicto, acusado de matar a más de una docena de mujeres, habían sido ‘Con amor, Andy’.
Fin
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