Cuentos por entregas | El faro de Eilean Mor #2

Publicado por Aran en

¡Hola de nuevo! Ésta es la segunda parte del primer cuento por entregas de 2018 «El faro de Eilean Mor», una historia inspirada en los hechos reales que acontecieron en la isla de Eilean Mor en 1900. La primera parte de la historia podéis leerla aquí.
Ya me contaréis qué os ha parecido y qué creéis que ocurrió realmente con los trabajadores del faro de Eilean Mor.

 

Se quedaron allí parados, observando el desolado escenario que se acababa de encontrar.

— El reloj de la pared está parado — observó Harvey. — Las nueve. No le han dado cuerda.

Después de inspeccionar la casa entraron en el faro. Todo estaba en perfecto estado. Moore subió las escaleras, quería contemplar la isla desde lo alto. Esperaba ver a sus compañeros venir desde alguno de los embarcaderos, pero allí no había nadie. Su estómago se encogió. Sólo quería llorar ¿Dónde se habían metido?

— Aquí solo queda un impermeable y un par de botas. — observó el capitán en cuánto Moore bajó las escaleras.

Éste las miró y dijo.

— Son de McArthur.

No sabía por qué pero aquel detalle le pareció importante. Todo parecía importante.

Moore cogió el cuaderno donde anotaban cada incidencia. La última anotación la habían hecho el día quince de diciembre, miró anotaciones anteriores, en los días doce y trece habían apuntado que el tiempo había sido horrible, con vientos severos nunca antes vistos.

“Es terrible. McArthur no deja de llorar”. Moore frunció el ceño, él conocía bien a McArthur, que era el tercer asistente. Era un hombre muy experimentado y además le encantaba el whisky. También podía considerarlo rudo y no se asustaba fácilmente. Le parecía de lo más extraño que aquel hombre tuviera miedo por una tormenta, por fuerte que ésta fuera.

En otra página del mismo día había otra anotación que para ninguno de ellos tenía ningún sentido “Ya viene. Le oigo”. Estaba escrito en una letra casi inteligible.

— ¿A quién se referirá? — preguntó Moore, más para si mismo que para el capitán.

— Volveré al barco y llamaré a las autoridades. Debemos encontrar a esos hombres. Usted quédese aquí. Más tarde volveremos con cuatro hombres para seguir investigando.

Moore fue ir a comprobar el embarcadero mientras el capitán volvía al barco. No podía quitarse de la cabeza aquellas dos frases. Cortas. Concisas. “Ya viene. Le oigo” ¿Quién? ¿Por qué escribirían algo así? ¿Dónde se habían metido?

Ni siquiera el aire fresco y el cielo despejado podían aclarar su inquieta mente; esas palabras y esa extraña sensación de estar siendo observado desde todas partes. Miraba de un lado a otro, a su espalda, esperando ver a alguno de sus tres compañeros. Rezaba por que todo fuera una broma de mal gusto, pero sabiendo lo serios que eran, lo dudaba. Jamás harían algo así.

Observó el embarcadero del lado oeste. Los pasamanos de hierro estaban casi desprendidos y además faltaban trozos importantes, tanto de la madera como de la piedra, que parecían haber sido arrancados de cuajo por una mano invisible. Se agachó y tocó la piedra de las escaleras.

Moore se imaginó a sus compañeros cayendo al agua y apretó los puños ¿Es qué se habían ahogado al intentar reparar el embarcadero durante la tormenta? No lo creía, no eran tan estúpidos como para cometer una locura semejante. Al notar una presencia por el rabillo del ojo giró la cabeza y le pareció ver a un hombre a lo lejos, cerca del faro ¿Ducat? Subió los escalones y al llegar arriba allí no había nadie. Le llamó a gritos. Las gaviotas graznaron sobre su cabeza.

Tampoco parecía haber rastro de vida en las ruinas de la capilla dedicada a San Flannan.

Volvió al faro y se extrañó del ver al capitán en la puerta, totalmente quieto. Al acercarse a él, vio que su rostro estaba blanco como la cera. Sus ojos muy abiertos, mostraban una expresión de terror que Moore nunca había visto antes.

— ¿Qué ocurre capitán?

Harvey no respondió. Ni siquiera le miraba. Sus ojos estaban fijos en un punto a lo lejos. En el mar. Moore miró hacía allí pero no había nada que ver, tan solo el agua, en calma.

— ¿Capitán? — repitió, alarmado. No eran imaginaciones suyas. El capitán también había visto, o sentido algo.

Harvey le miró, parecía que había vuelto en si.

— El mal está en esta isla. Debemos marcharnos ya. Antes de que llegue la noche y nos atrape a nosotros también— su voz sonaba lejos.

— ¿Qué? ¿Qué está diciendo Harvey? — Moore quería saber más, quería saber que era lo que el capitán sabía.

— ¡Lo he visto! ¡Lo he visto Moore!

— ¡¿Qué?! ¡¿Qué es lo que ha visto?!

Pero Harvey no respondió. Salió del faro a toda prisa con Moore pisándole los talones, notando otra vez aquella extraña presencia a la espalda. Al girarse le pareció ver otra vez a Ducat, al lado del faro. Un terror le invadió el cuerpo de arriba abajo. Un terror inexplicable. Era y no era su compañero ¿Qué habían hecho con esos hombres?

El capitán ya estaba en el bote, Moore se subió a toda prisa y se alejaron lo más rápido posible, dispuestos a dejar atrás Eilean Mor y no volver jamás.

Moore miró de nuevo hacia la isla, no vio nadie pero tampoco le dio la sensación de vacío, no como cuando habían subido las escaleras del embarcadero. Ahí había algo, algo terrible y poderoso. Algo maligno. Algo que les reclamaba. Lo que se había llevado a Marshall, Ducat y McArthur les estaba dejando marchar por ahora y él lo sabía.

Moore se santiguó,  se dio la vuelta y no volvió a mirar atrás.


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